miércoles, 1 de febrero de 2017

EL MARTIRIO DE SANTA ÚRSULA


Obra de Caravaggio, 1609-1610, óleo sobre lienzo, Colección Banca Intensa

Esta obra se sitúa entre las últimas de Caravaggio y probablemente fue ejecutada en el último año de su vida, en Nápoles, desde donde fue enviada a Marcantonio Doria, en Génova.
Las cuatro figuras salen de un fondo de tono broncíneo; son percepctibles gracias a una sutil variación del tono y se construyen con largos toques de luz y color. La santa, resumida en unos volumenes que prefiguran el arte moderno, se crea mediante la variación del encarnado en luz, en blanco, que acentúa la actitud, a la que añade dramatismo la aceptación casi lúcida del martirio, que se percibe en el gesto, en las manos juntas sobre la herida y en la cabeza baja, que mira sin dolor ni desesperación. La santa y su verdugo son las únicas figuras destacadas por el rojo, en un amplio espectro que va del blanco al marrón y al ocre oscuro hasta el negro. El soldado, como la santa, está congelado en un movimiento, con la boca abierta, despúes de haber asestado el golpe; su cabeza, constuida mediante breves toques tonales, anticipa resultados rembrandtianos.
Junto con otros lienzos de este momento, esta pintura corresponde a una nueva fase del arte de Caravaggio, a una modalidad caracterizada por una mayor esencialidad y rapidez y unas figuras a menor escala; utiliza asimismo una imprimación rojiza como color de base. Igual que en el Entierra de santa Lucía, las figuras, ejecutadas en largas pinceladas luminosas, salen de un fondo en tinieblas y establecen una relación proporcional totalmente nueva, incluso de naturaleza clásica, con el espacio, sólo indicado arquitectónicamente por la variación de los tonos oscuros. 

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