Obra de Sandro Botticelli, 1481-1482, temple sobre tabla, Galleria degli Uffizi, Florencia
La pintura se ha identificado con la citada en un inventario de 1499, en el cual se dice que se encontraba sobre un "letuccio" (diván) en la estancia contigua al dormitorio de Lorenzo de Pierfrancesco de Médicis, en el palacio que tenía la familia en Vía Larga. Muchas son las hipótesis con las cuales se ha tratado de establecer con certeza la ocasión del encargo, pero ningua ha proporcionado una explicación exhaustiva. No obstante, ha sido posible identificar algunas circunstancias significativas. una de las fuentes literarias que parecen relacionadas con esta obra, además de las clásicas de Ovidio con las Metamorfosis y Lucrecio, son las Stanze de Poliziano.
En los versos de Poliziano estará la referencia al amor que unió a Juliano y Simonetta Cattaneo, que según algunos hay que entender más en clave cortés-caballeresca que real, teniendo en cuenta el hecho de que Simoneta era la esposa de Marco Vespucci. La vinculación con los Vespucci se presenta, en pirmer lugar, en razón de las relaciones, muy estrechas, que había entre antiguo propietario de la obra y Giorgio Antonio Vespucci, uno de sus preceptores, también perteneciente a la élite cultural florentina. Y, en segundo lugar, por lo que atañe al matrimonio celebrado en 1482 entre Lorenzo de Pierfrancesco y Semiramide Appiani, sobrina de Simonetta Vespucci, que contrituiría la ocasión para la cual se realizó el cuadro.
Botticelli opta aquí por un formato monumental, con figuras de tamaño natural, y lo compagina con una gran atención al detalle. Esto puede verse en las diversas piezas de orfebrería, representadas minuciosamente, como el casco y la empuñadura de la espada de Mercurio o las cadenas y los broches de las Gracias.
La composición muestra una disposición simétrica, con una figura central Venus la diosa del amor, la belleza y la fertilidad, que parte la escena en dos mitades y marca el eje.
Mientras algunas de las figuras estaban inspiradas por esculturas antiguas, estas no eran copias directas sino adaptadas al lenguaje formal propio de Botticelli: figuras de elevada estatura, delgadas, ligeramente alargadas, muy idealizadas, muy dibujadas con unas limpias líneas que marcan los perfiles, cuyos cuerpos a veces parecen artificiosamente estirados y presagian el estilo elegante y cortés del manierismo del siglo XVI
Las figuras destacan contra el fondo por la claridad de su piel y sus ropajes, de colores claros e incluso transparentes. Esta palidez en los colores muestra la anatomía del desnudo, que da más volumen a la representación, esta técnica recuerda a la de los paños mojados de Fidias
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