martes, 7 de febrero de 2017

LA ANUNCIACIÓN

Obra de Leonardo da Vinci, hacia 1472-1475, óleo y temple sobre tabla, Galeria degli Uffizi, Florencia

Tradicionalmente atribuido a Domenico Ghirlandaio, se retiró en 1867 de la pared que ocupaba en la sacristía de la iglesia de San Bartolomeo, aneja al suprimido monasterio de los Olivetanos, y trasladado a los Uffizi. A primera vista, la estructuración de las perspectiva y la representación anatómica parecen defectuosas; los numerosos arrepentimientos demostrarán que el artista tuvo alguna dificultad en la organización del espacio escénico. El arcángel Gabriel acaba de posarse en tierra, con las alas todavía abiertas, y se coloca en una posición asimétrica con respecto a María, que está como recogida en la entrada de un palacio gentilico de arquitectura marcadamente florentina; su figura de la impresión de tener tres piernas por estar al borde de su manto sobre el brazo sillón; tiene un rostro bellísimo pero inexpresivo; es imposible que su mano derecha llegue con comodidad  al margen izuierdo del libro, porque el atril en el que éste se apoya está demasiado lejos para ella. Pero si se mira mejor se nota que la composición está geométricamente ajustada (basta observar las líneas que indican el pavimento) y contemplando la tabla desde un determinado punto de vista, a la derecha y un poco desde abajo, nos damos cuenta de que esos errores derspectiva son mágicamente corregidos por la vista; lo que en una primera ojeada parecían incongruencias devienen expedientes compositivos, experimentos anamórficos que Carlo Pedretti, uno de los mayores expertos en Leonardo, ha demostrado hace tiempo que son utilizados por el pintor en diferentes épocas de su trayectoria artística. Y aun admitiendo que sean incongruencias, no perjudican a la representación, pues la belleza de ésta viene dada por el paisaje atmosférico, por la luz y por el color. La vista que se contempla desde la balaustrada es mágica, lacustre, con cerros y montañas vertiginosas. 

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