lunes, 20 de febrero de 2017

POLÍPTICO AVEROLDI

Obra de Tiziano, 1520-1522, óleo sobre tabla, La resurreción de Cristo, Los santos Nazario y Celso con el donante, san Sebastián, Ángel de la Anunciación, Virgen de la Anunciación, Santi Nazzaro e Celso, Brescia, Firmado y fechado "TICIANUS FACIEBAT/MDXXII"

El retablo para la iglesia bresciana de Santi Nazzaro e Celso fue encargado a Tiziano en 1520 por Altobello Averoldi, legado pontificio en Venecia, y terminado por el artista en 1522 (la fecha que aparece, con la firma del pintor, en la tabla de la derecha, en la columna que hay a los pies de san Sebastián). La forma del políptico, típicamente cuatrocentesca, fue sin duda impuesta por el comitente, si bien Tiziano supo renovarla valiéndose de una serie de invenciones, como la convergencia de las figuras hacia la gran escena central de la Resurrección y, sobre todo, el uso dinámico de la luz, rico en contrastes claroscuristas, en los cuales participan todos los paneles. Logra de este modo dar una fuerte unidad a la composición, en la cual hace de eje la escena de la Resurrección, cuya iconografía se combina aquí, originalmente, con la de la Ascensión.
El plástico Cristo resucitado, que recuerda en la pose la célebre estatua helenística del Laocoonte, porta el estandarte de la victoria sobre la muerte entre el estupor de los asistentes, en un paisaje animado de resplandores de luz y efectos de claroscuro decisivos para la evolución de la pintura bresciana del Quinientos (pensemos, sobre todo, en Moretto y en Savoldo). 
En el panel de la izquierda, los santos titulares de la iglesia a la que iba destinado el retablo y Averoldi, arrodillado en la tradicional actitud del donante, han perdido completamente la fijeza de las imágenes cuatrocentescas análogas.
 En el panel de la derecha se representa la figura heroica de san Sebastián en todo su vigor anátomico y su energía, contenida con un gusto plenamente renacentista, que funde las sugestiones de la estatuaria antigua con las de los Esclavos miguelangelescos; en el paisaje del fondo, un ángel señala a san Roque las heridas del santo mártir.
 Los dos paneles superiores unificados por la luz dorada que irrumpe en el nocturno desde detrás del ángel y cae sobre el rostro de la Virgen, presentan las figuras de los dos protagonista en una atmósfera de lírica y sosegada intensidad. 

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