miércoles, 8 de marzo de 2017

TRÍPTICO DEL JUICIO DE VIENA (abierto)


El Pecado original, el Juicio Final, el Infierno,  obra del Bosco, hacia 1482, óleo sobre tabla, Gemäldegalerie der Akademie der bildenden Künste, Viena

En la cara interna del postigo izquierdo se representa en primer plano no la Creación de Eva con Cristo, como en el Jardín de las Delicias, sino a Adán dormido; encima, más atrás, la Tentación, con Eva cogiendo el fruto que le tiende el demonio, y un poco más allá la Expulsión, por  obra de un ángel que blande una espada. El paisaje, con unos pocos árboles, matojos y algunas rocas, se pierde en el horizonte con una variada gama de verdes y marrones; arriba, el Creador asiste a la escena.
En el panel central vemos el Juicio Final, según la visión de Apocalipsis de San Juan, con Cristo en lo alto juzgando, entre María, Juan y los apóstoles. El resto de la tabla está casi enteramente ocupada por el castigo de los condenados y casi no queda sitio para los bienaventurados. En primer plano, los pecadores son sometidos a toda clase de torturas, inferidas por diablos-grillos y figuras monstruosas; abrasados, puestos en el asador, ensartados, empalados, colgados de ganchos carniceros, obligados a tragar asqueosas bebidas (los golosos), metidos en los engranajes de extrñas maquinarias. La paleta, basada en marrones con contrastes de verdes, rojos y azules, se va orcureciendo hacia el fondo, iluminado por las llamas, que continúan en el infierno, representando en el postigo de la derecha con Satanás en el trono, al que se conduce a las ánimas condenadas. Hay una perfecta continuidad de los tonos y escenas entre ambos compartimentos, ya que, en la visión del Bosco, "el infierno no es más que una extensión del Juicio universal: el príncipe de las tinieblas, al cual rinden homenaje seguidores y acólitos, ocupa el proscenio, mientras que las ánimas humanas condenadas, a las que se muestra en su desnudez, son expuestas a los más increíbles tormentos y suplicios. En este cuadro el Bosco no pronuncia una homilía: en su concepción, Dios y su Hijo no encarnan el amor sino que son los ejecutores de una justicia severa, casi mosaica" Larsen. 

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