Obra de Vermeer, 1671-1674, óleo sobre lienzo, The Metropolitan Museum of Art, Nueva York
A finales del siglo XVII, esta pintura se encontraba en Amsterdam. No es posible establecer si el propietario fue cliente directo de Vermeer, si bien el hecho de que fuese protestante contradice aparentemente el significado más recóndito del cuadro, que algunos suponen encargado por los jesuitas.
En comparación con la Alegoría de la pintura, el asunto aquí representado se ajusta poco a un entorno doméstico; Vermeer no renuncia, sin embargo, a situarlo en la misma estancia, con el cortinaje de brocado en primer término y las baldosas blancas y negras. La personificación de la Fe en el fondo lleva un traje blanco y azul, que alude a la luz y al cielo; la mano derecha, que se lleva al corazón, indica que en su pecho alberga una viva fe. Bajo su pie derecho se ve un globo terráqueo, que traduce la idea de que la fe tiene el mundo a sus pies. Estos elementos están inspirados en la Iconología de Cesare Ripa, traducida al holandés en 1644. En la mesa que está al lado de la mujer se encuentra una biblia, un cáliz y un crucifijo: aquí se ve la referencia más explícita a la teología católica, en la cual se afirma el papel fundamental de la eucaristía y del sacrificio de Cristo. Refuerza este significado la presencia en el fondo del gran cuadro de la Crucifixión; la insistencia en este tema revela significativas coincidencias con los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Completan el cuadro la manzana y la serpiente, símbolos del pecado original, y la esfera de cristal colgada del techo, tomada de un emblema jesuítico. El tono frío y amanerado de esta pintura ha de ser atribuido a la presencia de muchos elementos ajenos al universo poético de Vermeer. Resultados similares se halla, sin embargo, en toda su producción de la década de 1670, en la cual se registra una parcial adhesión al estilo clásico imperante en el arte holandés contemporáneo; por ello, los estudiosos proponen situar esta obra entre 1671 y 1674.