jueves, 19 de enero de 2017

EL SUEÑO DEL CABALLERO






Obra de Rafael, 1504. Tabla, se encuentra en National Gallery, Londres.

Mencionado con su pendant en el inventario de la colección Borghese (1650, 1693) en Roma, Las tres Gracias (Chantilly, Musée Condé), a finales del siglo XVIII fue comprado por un particular y revendido en Londres, donde, después de pasar por diversas colecciones de arte, fue cedido por Thomas Egerton en 1847 a la National Gallery. 

Ante un amplio y espléndido paisaje en el que se armonizan las obras del hombre y las de la naturaleza, aparece un joven caballero dormido, a cuyos lados se colocan dos figuras femeninas. Esta representación simbólica, en la cual se incluyen varias referencias a la literatura clásica (entre otros el Somnium Scipionis, Sueño de Escipión, de Cicerón), es un tema muy del gusto de una cultura impregnada de humanismo y lecturas doctas: la exhortación dirigida a un joven. Éste, dormido debajo de un arbolito de laurel, es visitado en sueños por dos figuras: La Virtus, la figura de mujer de la izquierda que, con vestimenta más modesta, muestra la espada y el libro, símbolos de la vida activa y contemplativa, y la Volaptas, la donosa mujer con ropaje deliciosamente flotante y que tiende al joven un ramillete florido, símbolo de los placeres terrenales. Si bien habitualmente hay una contraposición de las dos figuras que representan una elección a la cual se somete al hombre, en este caso concreto la crítica es proclive a ver en la imagen una invitación al joven a armonizar las dos inclinaciones según dictámenes caros a las filosofía neoplatónica. La obra podría haber tenido como destinatario a Scipione Borghese (por alusión al Somnium Scipionis ciceroniano y porque la tablita procede de la colección familiar) o a Francesco Maria Della Rovere, cuya madre, Giovanna Feltria, hija del duque Federico de Montefeltro, encargó otras obras a Rafael, obras siempre cargadas de implicaciones doctas y humanistas (San Miguel y el dragón; y San Jorge y del dragón, ambas en el Musée del Louve de París), y fue la más enérgica protectora del joven Sanzio.

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