Obra de Vermeer. hacia 1669, óleo sobre lienzo pasado sobre tabla. Museo del Louvre, París, firmado: IV Meer
En el pequeño lienzo, uno de los más conocidos de Vermeer, se ve a una muchacha haciendo encaje; su mirada está concentrada en el trabajo y en el movimiento de las manos. La ambientación está reducida al mínimo, ya que la visión del artista es muy próxima y el encuadre de la composición tiene un aire informal. En primer plano se ve la esquina de la mesa, en la cual hay un cojín de bordar, semiabierto; de su interior salen hilos rojos y blancos, que el artista ha delineado con pinceladas simples y de extraordinaria fluidez. La luz procede de la derecha e ilumina el amarillo del corpiño, posándose con especial énfasis en la frente y los dedos de la joven: este recurso permite a Vermeer subrayar la concentración de ésta en el trabajo manual. La figura de la encajera, además, es recurrente en la pintura holandesa como símbolo de laboriosidad y de virtud doméstica; la interpretación moralizante es confirmada por la presencia de un libro encuadernado en pergamino y atado con cintas oscuras, probablemente una biblia o un libro de oraciones.
Reaparece en ese cuadro el hábito de desenfocar los objetos de primerísimo plano; se ve sobre todo en la maraña de hilos rojos y en las borlas del cojín. Como en los instrumentos ópticos, este efecto se debe al hecho de que la mirada está enfocada sobre el segundo plano, donde se encuentra la encajera; es posible que Vermeer observara a su modelo a través de una cámara oscura, pero se excluye que el dibujo sobre el lienzo se ejecutara calcando una proyección. Lo mismo se puede decir de la Tañedora de guitarra de 1672, a la cual preludia la Encajera en muchos aspectos.
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