Obra de Vermeer, hacia 1669, óleo sobre lienzo, Rijksmuseum, Amsterdam, Firmado IVMeer
La carta de amor es el único cuadro en el que Vermeer construye una escena más allá de una puerta: el punto de vista del observador está situado en una antecámara oscura, en la que se vislumbran una silla, partituras y un mapa descolorido. En la estancia del fondo, iluminada y rica, una criada acaba de entregar una carta a su ama. La mujer, que estaba tocando un instrumento de cuerda, se vuelve preocupada hacia la sirvienta en una actitud que recuerda la Criada entregando una carta a su señora. La doméstica le responde con una sonrisa: da la impresión de que quisiera tranquilizarla en cuanto a las noticias que trae la carta. En las pinturas que hay detrás de ella, que ilustran paisajes serenos, estaría prefigurada la conclusión positiva del episodio. Enriquecen la escena numerosos detalles decorativos: el marco de la chimenea, el tapiz dorado, una cortina de brocado y una serie de objetos que aluden a la vida doméstica esparcidos todo alrededor. Se observan una cesta con la colada, un cojín de bordar, un par de zapatillas y una escoba. No está claro que esta acumulación de elementos secundarios, desacostumbrada en Vermeer, tenga algo que ver con el significado del cuadro. En cuanto a la fecha, hay que tener en cuenta varias consideraciones: la pulcritud de la escena del segundo plano, sobre todo, es la misma de las composiciones más tardías, como la Alegoría de la fe, donde se observa una acumulación similar de detalles secundarios. Además, el recurso de la secuencia de habitaciones, extraña a la obra de Vermeer, parece inspirado en cuadros pintados por De Hooch a finales de los años sesenta y en especial una Pareja con cotorra de 1668, conservado en Colonia.
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