jueves, 16 de enero de 2014

ARA PACIS AUGUSTAE

Es un altar dedicado a la diosa romana Pax erigido por el senado romano para celebrar las victoriosas campañas de Augusto en Galia e Hispania y la paz por él impuesta a su regreso triunfal. Construido entre el año 13 a C. y 9 a C., su emplazamiento original era en el lado oeste de la Vía Flaminia en el Campo de Marte, donde cada año se debían sacrificar un carnero y dos bueyes. Posee una planta rectangular construido en mármol de Carrara y no está cubierto. Presenta dos puertas: una frontal para el sacerdote oficiante, precedida de una escalinata, y otra posterior para los animales a sacrificar; estas puertas estaban orientadas originalmente al este y al oeste. En su interior el centro está ocupado por el ara propiamente dicha que se asienta sobre un pedestal escalonado.



Lo más destacado es la decoración escultórica que recubre el edificio. en el interior el friso está ocupado por guirnaldas y bucraneos. En el exterior los zócalos se recubren de roleos de acanto. Los frisos exteriores tienen distinta decoración según su ubicación: flanqueando las puertas cuatro alegorías, y en los muros laterales dos procesiones.
Las alegorías están relacionadas con la mítica fundación de Roma. De los cuatro originales solo dos se han conservado casi completos; uno de éstos representa a Eneas y el otro a la Tierra, como una mujer con dos niños, flanqueada por los genios fertilizantes del Aire sobre un cisne y del agua sobre un monstruo marino; todo ello acompañado de frutos y animales que hacen alusión a la prosperidad proporcionada por la Paz de Augusto.



La procesión de los frisos laterales representa a Augusto, su familia, amigos, magistrados y senadores, componiendo un magnífico conjunto de retratos que, no obstante, deja entrever una fuerte influencia de la Panateneas del Partenón, si bien los personajes procesionan en dos filas con más orden y disciplina que en el templo ático. Se combinan altorrelieves con medio y bajorrelieves, que contribuyen a crear sensación de profundidad.



Nos encontramos, pues, ante una obra que combina los elementos de origen griego y helenístico, con el realismo y la sobriedad características de la tradición romana del retrato, representado por su calidad el punto más alto jamás alcanzado en el arte de los relieves.

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