La escena esta
encuadrada por una montaña en forma piramidal que domina todo el espacio
visual. Es la montaña mesiánica tal como Isaías lo profetizo:
“El monte del señor será erigido sobre la
cima de las montañas y será más alto que las colinas.” Is. 2,2.
El centro de la
escena lo ocupa una plataforma donde está María arrodillada (influencia de
occidente) y la cueva del nacimiento en la que Dios se manifiesta.
María va vestida
con su maforion o manto donde las tres estrellas (frente y ambos hombros)
proclaman su virginidad antes, durante y después.
Entre la virgen
y la entrada a la cueva aparece el Niño envuelto en pañales, colocado más que
en un pesebre, en un sepulcro de forma rectilínea.
Arriba se hallan
representados un grupo de ángeles que cantan mirando al cielo y la tierra
“Gloria a Dios en las alturas y en la tierra
paz a los hombres que ama el Señor”
Representan la naturaleza angelical que
acude al extraordinario acontecimiento; uno de ellos, destaca del grupo, se
encuentra hablando con un pastor. Este ángel anuncia al pastor la gran alegría
de la salvación y lo hace extendiendo la mano y haciendo el signo de la
Encarnación trinitaria: dos dedos juntos y tres tocándose por las puntas. El
pastor y el ángel están en diálogo.
San José aparece
fuera de la escena lleno de dudas y preguntas.
En la parte inferior
hay un niño tocando una flauta, es la antitesis de la música celestial y hace
referencia a un himno de maitines de vigilia.
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