El triunfo de Baco es una pintura del español Velázquez,
creada en 1629 y conservada en el Museo del Prado. Es conocida popularmente
como Los borrachos.
El cuadro lo pintó unos cinco años después de su llegada a
Madrid procedente de Sevilla, y poco antes de su primer viaje a Italia. En los
Sitios Reales Velázquez pudo contemplar la colección de pintura italiana del
rey y hubo de quedar impresionado por los cuadros mitológicos con desnudos que
tenía la colección, sumamente raros en su Sevilla natal; por lo cual se animó a
tratar el mismo género, si bien con un enfoque muy personal.
El cuadro describe una escena donde aparece el dios Baco que
corona con hojas de hiedra, a uno de los ocho borrachos que lo rodean; podría
tratarse de un poeta inspirado por el vino. Otro personaje casi mitológico
observa la coronación. Uno de los personajes que acompañan al dios miran al
espectador mientras sonríen.
En ella se representa a Baco como el dios que premia o
regala a los hombres el vino que los libera temporalmente de sus problemas. En
la literatura barroca, Baco era considerado una alegoría de la liberación del
hombre frente a su esclavitud de la vida diaria. Puede que Velázquez realice
una parodia de dicha alegoría, por considerarla mediocre.
El dios está metido en la obra como una persona más dentro
de la pequeña celebración que se representa pero proporcionándole una piel más
clara que a los demás para reconocerlo con mayor facilidad.
La escena puede dividirse en dos mitades. La de la
izquierda, con la figura de Baco muy iluminada está cercana al estilo italiano
inspirado en Caravaggio. Baco y el personaje que queda detrás aluden al mito
clásico y están representados de la manera tradicional. Destaca la idealización
en el rostro del dios, la luz declara que lo ilumina y el estilo más bien
clasicista. La parte de la derecha, en cambio, presenta a unos borrachines,
hombres de la calle que nos invitan a participar en su fiesta, con un aire muy
español similar a Ribera. No hay en ellos ninguna idealización, sino que
presentan rostros avejentados y desgastados. Tampoco se mantiene en este lado
la clara luz que ilumina a Baco, sino que estas figuras están sumidas en un
claroscuro evidente. Además, lo trata con una pincelada más impresionista.
En esta obra, Velázquez introduce un aspecto profano en un
asunto mitológico, en una tendencia que cultivará aún más en los siguientes
años.
Hay varios elementos que dan naturalismo a la obra como son
la botella y el jarro que aparecen en el suelo junto a los pies del dios, o el
realismo que presenta el cuerpo de este. Jugando con los brillos consigue dar
relieve y texturas a la botella y al jarro creando un parecido con el bodegón.
Estas jarras son muy similares a las que aparecen en cuadros pintados por
Velázquez durante su etapa sevillana.