Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes es un óleo de tema histórico que Francisco de Goya presentó en abril de 1771 a un concurso de pintura convocado por la Academia de Parma un año antes, el 29 de mayo de 1770. La obra, considerada la más temprana obra maestra del pintor.
El cuadro muestra a Aníbal erguido en actitud dinámica, girado el cuerpo hacia un ángel (o genio) que le señala el paisaje Italiano —que el espectador no puede ver—, desde un otero rocoso, y alzándose la visera del yelmo. A su lado izquierdo (derecho del espectador) hay un jinete abanderado y tras él un cielo nuboso del que baja la Victoria en su carro, con la mano en la rueda (posible alusión a la cambiante Fortuna) que porta una corona de Laurel. Parte de la caballería de Aníbal comienza a bajar hacia el valle al extremo derecho del cuadro y al fondo y en la izquierda se vislumbra una batalla. En primer término y de espaldas, contemplando y enmarcando la composición, aparece un robusto cuerpo humano con cabeza de buey, alegoría del río Po, que vierte un recipiente de donde manan las fuentes de este río, como prescribía la representación de la Lombardía en la figuración iconológica de Cesare Ripa. Un fuerte viento hinche la bandera blanca del caballero y la capa de Aníbal.
La composición inicial pudo inspirarse en el bajorrelieve de José Arias, La construcción del puente de Alcántara en Toledo que el autor había presentado en 1766 al concurso de segunda clase de escultura convocado por la Real Academia de San Fernando, y que obtuvo el primer premio de su categoría. En este concurso, en la modalidad de pintura tomó Goya parte también, por lo que es muy probable que el aragonés hubiera tomado apuntes del relieve de Arias que luego reutilizó en el diseño del personaje de Aníbal (enormemente coincidente, incluso en la postura con el Trajano que centra la composición del escultor) y en las líneas generales de la composición del cuadro.
En cuanto al cromatismo, dominan los azules suaves, los rosas y el gris perla, lo que se ha visto como expresión del carácter clásico e irreal de la escena, que adquiere así tintes heroicos.
Si bien el concurso se convocó en mayo de 1770, el fallo del jurado fue un año después y de hecho Goya presentó su obra en abril de 1771. El joven pintor aragonés no ganó el concurso, pero sí obtuvo una mención especial del jurado, que le achacaba una falta de realismo en el colorido y el detalle. Sin embargo, la obra muestra la perfección que ya en 1771 había conseguido en todos los aspectos técnicos de la pintura al óleo, como prueba la satisfactoria solución de la extraordinaria complejidad de composición que exigía el cuadro, que debía, además, exponer la relación con los sucesos pasados y futuros al momento representado al tiempo que debía mostrar unas campiñas que necesariamente estaban a la espalda del espectador del lienzo. Es testimonio, asimismo, de la maestría alcanzada en la calidad en el dibujo, del que son muestra los apuntes que recoge el Cuaderno italiano, o el hábil uso de la veladura, el cromatismo de la luz rosada y la creación de una impresión de efectos atmosféricos de gran riqueza.
Consiguió Goya, además, aumentar la invención significativo e intelectual de la obra más allá de lo que pedían las bases de la competición, pues añadió la figura simbólica de la Victoria y del río Po, para conseguir representar la geografía de la mayor parte de las batallas que Aníbal mantendría con las legiones romanas aludiendo además al resultado frecuente de estas.